Evangelización de México

La Evangelización de México en México

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La implantación del cristianismo en la recién descubierta América, exigió enormes esfuerzos a la Iglesia de España. Abastecer de frailes misioneros a un continente poblado y extenso puso a los institutos religiosos en febril actividad. Llevar el Evangelio a los indios fue una de las principales preocupaciones de los Reyes de España, en virtud de las donaciones papales, y del conquistador Hernán Cortés. Provenientes de los Países Bajos, Juan Tecto, Juan Aora y Pedro de Gante arribaron a la ciudad de México-Tenochtitlan, en septiembre de 1523, con la tarea de catequizar a los pueblos recién conquistados. Debido al estado de destrucción en que se hallaba la antigua Tenochtitlan, Fray Pedro de Gante se estableció en Texcoco, donde enseñaba a leer, escribir y cantar, también enseñaba la doctrina y predicaba. Como medio para aprender la lengua náhuatl convivía con los niños a los que enseñó la doctrina para que estos la trasmitieran a sus padres. Muchos de ellos, los más aventajados, fueron preparados como catequistas de sus propias comunidades a donde salían los domingos a llevar el mensaje cristiano. Con fray Pedro derribaban adoratorios y levantaban iglesias. De su experiencia pudo escribir una Doctrina Cristiana en lengua mexicana para utilidad de sus propios catequistas. También fundó una escuela de artes y oficios para la instrucción de carpinteros, canteros, herreros, zapateros. Enseñó a los más diestros a pintar y tallar imágenes sagradas. Aprovechó el gusto que los indios tenían por el canto, al poner música a la doctrina para que la aprendieran cantando. Sin embargo, los esfuerzos de la corona se vieron materializados al organizar la evangelización de manera sistemática al disponer el envío de mayor número de frailes. Para 1524 llegaron los “primeros doce” frailes franciscanos, que a semejanza de los apóstoles tenían la misión de predicar el Evangelio. Dirigidos por fray Martín de Valencia se esparcieron de dos en dos por el amplio territorio. Pronto nuevos compañeros arribaron a tierras mexicanas de tal manera que se extendieron por los actuales estados de México, Puebla, Tlaxcala, Hidalgo, Morelos, Michoacán, Jalisco, Colima, Zacatecas y Durango. En 1526 llegaron los primeros doce frailes dominicos que además de establecerse en puntos cercanos a la ciudad de México como Coyoacán, Amecameca, Tepoztlán, Yautepec, como llenando huecos que los franciscanos no habían podido abarcar, también se establecieron en Oaxtepec, Puebla y Oaxaca por tierras mixtecas. Los frailes agustinos, que iniciaron su labor en 1533, se ocuparon de comunidades diseminadas por Guerrero, Morelos, Puebla, Hidalgo, San Luis Potosí, Veracruz y Michoacán.

Los jesuitas llegaron en 1572 cuando las tres órdenes anteriores tenían años trabajando, pero donde aún había mucho territorio poblado y disponible, principalmente en el norte. Luego de hacer fundaciones en Guanajuato, San Luis Potosí y Coahuila, fueron a Chihuahua, Durango, Sinaloa y Baja California. Célebres fueron sus misiones entre tarahumaras, tepehuanes, pimas y acaxees.

Para dar un nuevo impulso a las misiones, fray Antonio Linaz fundó en 1683 el primer colegio de Propaganda Fide para la preparación de los frailes. Pasó por este instituto fray Antonio Margil de Jesús quien emprendió con mucho afán su trabajo en Yucatán, Tabasco, Guatemala, Nicaragua, Costa Rica, y luego de fundar el colegio de Guadalupe en Zacatecas, se dirigió a Nayarit, Guadalajara, León, Saltillo, Monterrey y en 1716 llegó hasta Texas, murió en 1726 habiendo recorrido prácticamente todo el territorio novohispano llevando el mensaje de Cristo.

En general la evangelización se redujo a un breve catecumenado, es decir, a un corto periodo de preparación para recibir el bautismo cuando se trataba de jóvenes y adultos. La instrucción religiosa era sencilla y básica sobre la doctrina cristiana consistente en el aprendizaje la señal de la Cruz, el Padre Nuestro, el Ave María, el Credo, los Mandamientos de la ley de Dios y de la Iglesia, los Sacramentos, las obras de Misericordia, los pecados capitales y oraciones diversas. Sin embargo, la transmisión y explicación de estos conceptos fue una de las cosas más difíciles a las que se enfrentaron los misioneros que desconocían las muchas y variadas lenguas que hablaban los indígenas. En tanto aprendían alguna de las lenguas, los frailes confeccionaron pinturas y cuadros que contenían la doctrina y diversas oraciones y que fueron de gran eficacia y utilidad. El aprendizaje de las distintas lenguas dio lugar a vocabularios y doctrinas que auxiliaron a los misioneros que recién llegaban a trabajar.

Además de enseñar a los niños, como hizo fray Pedro de Gante, instruyeron a jóvenes para que predicaran y difundieran entre sus familias la fe cristiana. También, por instrucción de los frailes, hombres mayores se hicieron cargo, en sus pueblos, de llamar a la gente a la doctrina, a cuidar los templos y cuidar que los ritos se llevaran a cabo con cuidado y corrección. Vigilaban a la feligresía, sobre todo cuando los frailes no estaban, bautizaban y ayudaban a bien morir. Toda esta ayuda fue de gran utilidad considerando que había pocos frailes y no eran frecuentes sus visitas debido a la lejanía de los pueblos. La dispersión de las comunidades hizo más difícil la labor misionera, por lo que se recurrió a diversas soluciones, no siempre aplicadas por completo, como la de congregar a los pueblos con el fin de hacer más accesible su adoctrinamiento. Esto hizo que los frailes fundaran pueblos, trazaran calles, levantaran iglesias y hospitales, distribuyeran solares, construyeran acueductos, plantaran huertas, cultivaran trigo, etc., como lo hizo fray Juan de San Miguel en Michoacán donde fundó entre otros, Uruapan. Los abusos de los conquistadores también habían provocado la dispersión y la renuencia de los indios a congregarse en pueblos ante la enorme desconfianza que sentían. Vasco de Quiroga vio de cerca este problema en Michoacán, y llevó a cabo su proyecto más allá. Con el propósito de respetar su dignidad humana, congregó a los indios en pueblos con sus propias tierras, para que funcionaran en torno a un hospital donde se albergara a los que no tenían familia como los huérfanos, a los enfermos y los desvalidos. El trabajo y los actos religiosos eran colectivos, teniendo todos la obligación de desempeñar una tarea o trabajo dentro del pueblo, su hospital y sus tierras. El gobierno estaba confiado a los propios indios quienes debían elegir cada determinado tiempo a sus autoridades, rigiéndose por una Reglas y Ordenanzas que redactó para que estos pueblos-hospitales fueran autosuficientes y vivieran en cristiana armonía.

La evangelización requirió de un enorme esfuerzo para llegar a donde fuera necesario, vencer la resistencia indígena pasiva y aún la violenta que costó la vida a muchos de ellos. Los frailes, que generalmente viajaban a pie, recorrieron grandes distancias por malos caminos y veredas que iban entre montañas, desiertos, ríos, selvas y barrancas. Fundamentales en el éxito de su misión fueron sus cualidades como el celo apostólico, el amor a los indios, el desarrollo de una buena vida interior, su espíritu de abnegación y sacrificio. Su buen ejemplo fue clave para la asimilación del cristianismo, y de allí la honda veneración y respeto que por ellos sintieron los indios.

Autor: Cambó

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