Paz

Paz en México

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¿Podría México haber logrado cambios en sus estructuras por medios pacíficos en lugar de la violencia?

Tanto los historiadores como los ciudadanos, al evaluar las consecuencias de las guerras civiles y las revoluciones violentas, a menudo se preguntan en retrospectiva si el cambio estructural podría haber ocurrido por medios pacíficos en lugar de violentos, evitando las grandes pérdidas de vidas y la destrucción física que las acompañan. ¿Hasta qué punto alteró México sus estructuras políticas y económicas después de 1920? Desde el punto de vista político, es posible medir algunos cambios significativos en la composición y los patrones de liderazgo que trajo consigo la revolución. Por ejemplo, investigaciones recientes demuestran empíricamente que durante un breve período, especialmente en las décadas de 1920 y 1930, mexicanos ambiciosos de origen modesto, de clase trabajadora y de pequeñas comunidades y pueblos de provincia, accedieron a cargos políticos nacionales y a gobernaciones estatales. Estos mexicanos en posiciones de liderazgo nunca estuvieron cerca de representar el porcentaje de todos los mexicanos de estas circunstancias socioeconómicas; sin embargo, representaron el porcentaje más alto de tales mexicanos en alcanzar un cargo político importante antes o después.

Una de las credenciales más útiles para lograr una movilidad política ascendente antes de la revolución era un título universitario. Algunas universidades públicas y escuelas preparatorias desempeñaron un papel importante en la formación de futuros líderes políticos. Antes de 1911, México contaba con un gran número de políticos con estudios universitarios. Sin embargo, después de 1920, los títulos universitarios no se valoraron en la misma medida que antes de la revolución, y pasaron décadas antes de que las figuras políticas prominentes alcanzaran niveles educativos iguales a los de sus pares prerrevolucionarios.

Es más difícil medir los cambios económicos estructurales provocados por la revolución. Muchos historiadores no están de acuerdo con la idea de que México experimentó una «verdadera» revolución social, porque no encuentran pruebas adecuadas de cambios económicos importantes. La mayoría de los historiadores coinciden en que éstos incluirían cambios en la propiedad de la tierra. No hay duda de que, bajo algunas administraciones presidenciales, el gobierno mexicano comenzó a distribuir tierras a los campesinos sin tierra ya en 1915. Con el tiempo, las mayores cantidades de tierra se distribuyeron a los agricultores a través del sistema de ejidos, un sistema de tenencia de la tierra basado en el principio indígena de asignar la tierra a los pueblos de forma colectiva. A cada residente que quería cultivar, este sistema le otorgaba derechos de uso de la tierra y de transmisión de la misma a sus hijos, pero no la transmisión de un título de propiedad real de la tierra. El gobierno continuó repartiendo tierras durante la mayor parte del siglo XX, disolviendo la mayor parte de los grandes latifundios de México. Aunque millones de campesinos obtuvieron sus propias tierras, el gobierno nunca proporcionó el crédito adecuado para que estas explotaciones fueran productivas, ni en muchos casos distribuyó suficientes tierras para que fuera factible ganarse la vida. Los campesinos no podían pedir préstamos a los bancos privados porque no eran propietarios de la tierra. En la década de 1960, la mayoría de las propiedades ejidales se alquilaban ilegalmente y se consolidaban en fincas más grandes. Por lo tanto, se puede argumentar que la revolución produjo una redistribución más equitativa de la tierra, pero al mismo tiempo hizo poco para mejorar el bienestar económico real de los beneficiarios.

Revisor de hechos: Tom

Paz

Paz en la Enciclopedia Jurídica Omeba

Véase:

Recursos

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