Conquista de Hernán Cortés

Conquista de Hernán Cortés en México

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Introducción a Conquista de Hernán Cortés

Textos Primarios de la Conquista de México por Hernán Cortés

Primer encuentro de Moctezuma y Hernán Cortés

El siguiente relato, redactado por un cronista azteca desconocido, describe el primer encuentro entre el gobernante azteca Moctezuma y el caudillo español Hernán Cortés. Su traductora fue Malinche, una joven india que hablaba las lenguas maya y azteca y aprendió rápidamente el español. Texto parcialmente modificado para una mejor comprensión:

«Cuando los españoles entraron en la Casa Real, pusieron a Moctezuma bajo guardia y lo mantuvieron bajo su vigilancia… A otros señores se les permitió partir.

Por la mañana, los españoles le dijeron a Moctezuma lo que necesitaban como provisiones: tortillas, leña y carbón. También: grandes ollas limpias, jarras para el agua, cántaros, platos y otras cerámicas. Moctezuma ordenó que se les enviara. Los jefes que recibieron esta orden estaban enfadados con el rey y ya no le veneraban ni respetaban. Pero proporcionaron a los españoles todas las provisiones que necesitaban: alimentos, bebidas y agua, y forraje para sus caballos…

Cuando los españoles se instalaron en el palacio preguntaron a Moctezuma por los recursos y reservas de la ciudad y por las enseñas y escudos de los guerreros. Le interrogaron detenidamente y luego exigieron oro. Moctezuma les guió hasta él. Lo rodearon y se agolparon cerca de él con sus armas. Él caminaba por el centro, mientras ellos formaban un círculo a su alrededor. Cuando llegaron a la casa del tesoro llamada Teucalco, les sacaron las riquezas de oro y plumas: ornamentos de plumas de quetzal, escudos ricamente labrados, discos de oro, collares de ídolos, narigueras de oro, grebas [armaduras de piernas] de oro y brazaletes y coronas.

Los españoles arrancaron inmediatamente las plumas de los escudos y enseñas de oro. Reunieron todo el oro en un gran montículo y prendieron fuego a todo lo demás, independientemente de su valor. Luego fundieron el oro en lingotes. En cuanto a las piedras preciosas de color verde, se llevaron sólo las mejores…Los españoles registraron toda la casa del tesoro, preguntando y discutiendo, y se apoderaron de todo objeto que les pareció hermoso…A continuación se dirigieron al almacén de Moctezuma…donde se guardaban sus tesoros personales.
Los españoles sonreían como fierecillas y se daban palmadas de placer.
Habían entrado en una sala de tesoros, era como si hubieran llegado al Paraíso. Buscaron por todas partes y codiciaron todo… Se apoderaron de estos tesoros como si fueran suyos, como si este saqueo fuera simplemente un golpe de buena suerte.

Los mexicanos estaban demasiado asustados para acercarse… Se alejaron como si los españoles fueran bestias salvajes… Sin embargo, no abandonaron a los españoles ni al hambre ni a la sed. Les trajeron todo lo que necesitaban, pero temblaron de miedo al hacerlo.»

«Carta de Hernán Cortés al rey Carlos V, 1520»

Texto parcialmente modificado para una mejor comprensión:

«Tres salas hay en este gran templo, que contienen los ídolos principales; estos son de maravillosa extensión y altura, y admirable hechura, adornados con figuras esculpidas en piedra y madera; saliendo de las salas hay capillas con puertas muy pequeñas. En estas capillas están las imágenes de los ídolos, aunque, como he dicho antes, muchas de ellas se encuentran también en el exterior. En el lugar de éstas puse imágenes de Nuestra Señora y de los Santos, lo que excitó no poco sentimiento en Moctezuma y los habitantes. Declaró que si mis procedimientos se conocieran en todo el país, el pueblo se levantaría contra mí; pues creían que sus ídolos les otorgaban todo bien temporal, y si permitía que se les maltratara, se enfadarían y se quedarían sin sus dones, y por este medio el pueblo se vería privado de los frutos de la tierra y perecería de hambre. Les respondí, a través de los intérpretes, que estaban engañados al esperar cualquier favor de los ídolos, obra de sus propias manos, formados de cosas impuras; y que debían aprender que sólo había un Dios, el Señor universal de todo, que había creado los cielos y la tierra, y todas las demás cosas, y que los había hecho a ellos y a nosotros; que Él era sin principio e inmortal, y que estaban obligados a adorarle y creerle a Él, y a ninguna otra criatura o cosa.

Les dije todo lo que pude para desviarlos de sus idolatrías y llevarlos al conocimiento de Dios nuestro Señor. Moctezuma replicó, asintiendo los demás a lo que él decía, que ya me habían informado que no eran originarios de este país, sino que sus antepasados habían emigrado a él hacía muchos años; y creían plenamente que después de tan larga ausencia de su tierra natal, podían haber caído en algunos errores; que yo, habiendo llegado más recientemente, debía saber mejor que ellos mismos lo que debían creer; y que si yo los instruía en estas cuestiones, y les hacía comprender la verdadera fe, seguirían mis indicaciones, como si fuera lo mejor. Después, Moctezuma y muchos de los principales ciudadanos permanecieron conmigo hasta que hube quitado los ídolos, purificado las capillas y colocado en ellas las imágenes, manifestando un aparente placer; y les prohibí sacrificar seres humanos a sus ídolos como habían acostumbrado a hacer; porque, además de ser aborrecible a los ojos de Dios, vuestra sagrada Majestad lo había prohibido por ley, y mandado dar muerte a quien quitara la vida a otro. Así, desde entonces, se abstuvieron de esa práctica, y durante todo el período de mi estancia en esa ciudad, nunca se les vio matar o sacrificar a un ser humano.»

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