Masacre de Tlatelolco

La Masacre de Tlatelolco o Matanza del 2 de Octubre en México

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2 de octubre de 1968, el ejército y la policía dispararon contra una asamblea de estudiantes mexicanos en la plaza de las tres culturas, de la capital del país. Fue un final sangriento, brutal e inesperado para un conflicto que se desarrollaba desde hacía tres meses. ¿cuántos jóvenes encontraron la muerte aquella noche el gobierno de Díaz Ordaz no dio nunca la cifra oficial, pero todo indica que fueron alrededor de 400 los caídos para siempre en ese anochecer que iba a empeñar por mucho tiempo la credibilidad política del régimen mexicano. Paco Ignacio Taibo es periodista y escritor mexicano, pasa revista a aquellas fechas, situando los acontecimientos en la coyuntura política que vivía el país.

El juicio
El movimiento estudiantil de 1968 no fue uno de esos procesos que se incuban en medio de grandes tempestades sociales, en los que las fuerzas se van desplegando, midiéndose y chocando entre sí antes de producirse la movilización definitiva, el gran encuentro entre los estudiantes y el poder. Es cierto: durante los primeros meses del año 1968 se habían producido a lo largo del mundo varios movimientos de revuelta en los que los estudiantes habían desempeñado un papel determinante, pero las condiciones sociales mexicanas hacían que esta influencia apenas causara mella entre los militantes de unas reducidísimas organizaciones de izquierda, que contaban a lo más, en el movimiento estudiantil mexicano, con un par de millares de afiliados.

Aunque en el año anterior se había declarado una huelga en las escuelas normales rurales (escuelas de formación de maestros de enseñanza básica en zonas agrarias) que había sido secundada por tres ó cuatro escuelas del Instituto Politécnico Nacional (universidad de enseñanza de carreras técnicas y científicas que contaba con unos 70.000 alumnos), y en la universidad había un pequeño foco de escuelas de izquierda que desde el inicio del curso se habían movilizado en torno a la solidaridad con la guerra de Vietnam y en apoyo a la huelga de hambre de un preso político, el ferrocarrilero Demetrio Vallejo, que exigía su libertad tras diez años de cárcel, esto, sin duda, no era suficiente para hacer esperar a observadores exteriores e interiores que la tormenta estallaría. Por eso, el 26 de julio sorprendió a todos, incluso a los que lo vivieron.

La manifestación de conmemoración del triunfo de la revolución cubana había transcurrido con tranquilidad. No más de 8.000 estudiantes y militantes de los partidos de izquierda habían recorrido el tradicional camino (aquello parecía una peregrinación: siempre los mismos, siempre las mismas consignas, siempre las mismas tensiones entre los grupos; a saber: el eterno partido comunista, los grupos maoístas, el trotskismo nacional) rumbo al monumento a Juárez, en la Alameda de la ciudad, donde se celebraría un mitin. Simultáneamente, 4.000 estudiantes del Politécnico habían desbordado a su dirección (la oficialista FNET) y se habían lanzado hacia el Palacio Nacional para exigir castigo a los funcionarios y oficiales de granaderos que habían golpeado a maestros y estudiantes de la Vocacional número cinco so pretexto de un enfrentamiento entre pandillas juveniles en la plaza de la Ciudadela.

Y, de repente, volaron los golpes de macana (el garrote de los granaderos mexicanos) y comenzó a oírse el plop de las bombas de gas lacrimógeno. El poder contestaba como había hecho siempre a las manifestaciones que traspasaban levemente los cauces establecidos, con la misma irracionalidad de un poder habitualmente despótico que no tenía que dar explicaciones a nadie. En las calles de Palma, los estudiantes politécnicos fueron cercados y apaleados, y luego la represión siguió hasta la Alameda y arrasó con los pacíficos izquierdistas que hablaban bien de la revolución cubana.

En la dispersión, algunos estudiantes se hicieron fuertes en el centro de la ciudad y, apoyándose en los alumnos de la Preparatoria tres que salían de un festival, quemaron un autobús y lanzaron piedras a los granaderos. Durante las primeras horas de la noche, los choques se multiplicaron en el centro de la ciudad. Ser estudiante era suficiente para considerarse candidato a una paliza por parte de la policía.

Continuando con las sorpresas, en la noche de ese mismo viernes la policía hizo una redada en las oficinas del Comité Central del Partido Comunista, y detuvo a varios estudiantes y a paseantes ajenos al conflicto, que resultaron ser extranjeros. Medio centenar de detenidos y 30 heridos era el saldo de la sorprendente brutalidad policíaca. Se pensó entonces que esto cerraría, junto con el fin de semana, el problema, y que todo quedaría reducido a las débiles protestas y movilizaciones localizadas que la izquierda podía producir.

Pero, durante el sábado y el domingo, grupos de estudiantes que actuaban por su cuenta mantuvieron en tomo a la Preparatoria tres, en el centro de la ciudad, una ofensiva violenta contra la policía, secuestrando camiones y levantando barricadas. Paralelamente, los estudiantes radicales del Politécnico celebraron una asamblea en la escuela de Economía y pidieron la desaparición de la FNET, y el secretario general del partido comunista solicitó la destitución de los jefes policíacos.

Un enigma para una investigación que aún no ha sido hecha
Casi quince años después del movimiento de 1968, los investigadores, los participantes y los interesados no han podido desentrañar el enigma de por qué el gobierno mexicano dirigido por Gustavo Díaz Ordaz desencadenó tan desproporcionada represión frente a los acontecimientos del 26 de julio, avivando con ello la hoguera. ¿Pensó el gobierno mexicano que la influencia internacional podía desencadenar en México un gran movimiento estudiantil y quería cortarlo de raíz? ¿Creyó el gobierno mexicano que los hechos del 26 encubrían una «conjura internacional»? ¿Se trataba de un enfrentamiento entre las facciones del grupo en el poder que utilizó el movimiento estudiantil como carne de cañón? ¿O simplemente era el despotismo tradicional que se había pasado un poco en una situación conflictiva?

El hecho es que la represión y el fin de semana de choques callejeros, limitados a un barrio de la ciudad y sin mucha trascendencia, abrió el camino de una gran movilización. México fue testigo, como Praga y París, de la capacidad de presión de los movimientos estudiantiles.

Se inicia la huelga
El 28 de julio, mientras continuaban los choques en el centro de la ciudad, las escuelas superiores con mayor influencia de la izquierda fueron a la huelga. Tras ellas, algunas escuelas medias del Politécnico, que ha sufrido el mayor peso de la represión del viernes, como las vocacionales dos, cuatro, cinco y siete. Y entonces, el ejército entró en acción.

En las primeras horas de la mañana del día 30, soldados de la primera zona militar, dirigidos por el general Hernández Toledo, llegaron al centro de la ciudad, volaron con un bazuca la puerta de la Preparatoria uno y entraron con bayoneta calada. Horas más tarde, los soldados desalojaban la Vocacional número cinco. El saldo fue de varios muertos, cerca de 400 heridos y un millar de detenidos.

La huelga, mientras tanto, había adquirido vida propia. Asamblea por asamblea, las escuelas superiores de la ciudad universitaria iban votando su adhesión al movimiento, y saliendo en manifestación para informar su decisión al resto de la comunidad. Lo mismo sucedía en los dos grandes centros del Politécnico, el casco de Santo Tomás —que concentraba una docena de escuelas— y la unidad Zacatenco. Ahí, la posición de la huelga se tomaba derrotando a la FNET, que salía destruida del enfrentamiento. En un par de días habían nacido los comités coordinadores de huelga.

El último día de julio, un mitin en la explanada de la universidad, en el que intervinieron profesores y el rector, condenó el asalto militar a la Preparatoria uno y la violación de la autonomía universitaria. Mientras tanto, continuaba la represión. La policía asaltó la Escuela de Arte Dramático y mantuvo el cerco militar sobre las escuelas medias del Politécnico en el centro de la ciudad.

La manifestación del 1 de Agosto
En la mañana del primer día de agosto, 100.000 estudiantes y profesores salieron en una marcha del recinto de la universidad, en el sur de Ciudad de México. Ante una barrera de tanques colocada a cuatro kilómetros de la universidad, la manifestación se desvió y volvió hasta la ciudad universitaria.

Hasta ese momento, la dirección política del conjunto del movimiento había estado en manos de la rectoría de la universidad, pero a partir de entonces la movilización masiva de estudiantes tomó en sus manos la dirección a través de un naciente instrumento: el Consejo Nacional de Huelga, al que se incorporaron tres delegados por escuela.

Estaban en huelga casi 200.000 estudiantes (90.000 universitarios, 70.000 politécnicos, 20.000 normalistas y 20.000 más, entre estudiantes de universidades privadas, universidades de provincia y estudiantes de agricultura), y nacían las «brigadas»: grupos de 10 estudiantes que, con botes para pedir apoyo económico y panfletos, se movían por la ciudad haciendo propaganda y mítines relámpago, pintando paredes y llevando el programa del movimiento a autobuses, calles, fábricas y oficinas.

El programa de los seis puntos
Libertad de los presos políticos.
Destitución de los generales Luis Cueto Ramírez y Raúl Mendiolea, así como del teniente coronel Armando Frías (jefe y subjefe de la policía y comandante de los granaderos), a los que se hacía responsables de la brutal represión.
Extinción del cuerpo de granaderos.
Derogación de los artículos 145 y 145 bis (delito de disolución social que permitía jurídicamente al gobierno encarcelar a la disidencia política).
Indemnización a las familias de los muertos y a los heridos víctimas de la agresión desde el 26 de julio en adelante.
Deslinde de responsabilidades de los actos de represión.
El 5 de agosto, una nueva manifestación, organizada ahora por los estudiantes del Politécnico, recorría las calles del norte de la ciudad, desde la unidad Zacatenco hasta la Escuela de Ciencias Biológicas, en el casco de Santo Tomás. Desde ese momento, la calle fue de las brigadas de propaganda estudiantiles.

Empezaron a nacer los organismos de apoyo entre los profesores de educación media y superior y una coalición de intelectuales. Finalmente, el día 13 de agosto, el Consejo Nacional de Huelga se lanzó a la toma del Zócalo de la ciudad de México, plaza sagrada de la loa oficial, centro simbólico del poder del país, lugar intocado hasta entonces por los movimientos disidentes.

Partiendo de la explanada del casco de Santo Tomás, medio millón de personas llegaron hasta el Zócalo. Entraron con antorchas en la mano, y los oradores señalaron el poder del movimiento y su reto al Estado mexicano. Ahí se decidió que el diálogo con el gobierno de México debía ser público.

Poco a poco el movimiento comenzó a lanzarse hacia las fábricas, pero fracasó. Los trabajadores del Valle de México, controlados por organizaciones sindicales «charras» (sindicatos amarillos), no entendían a estos estudiantes que pedían democracia: sus lenguajes eran lenguajes diferentes, sus mundos eran mundos distintos.

Sin embargo, el movimiento se había consolidado en el seno de una amplísima clase media, hija de cincuenta años de desarrollo posrevolucionario. Padres de familia, empleados, maestros, técnicos, profesionales liberales, oficinistas, intelectuales, engrosaban las filas del movimiento como una fuerza de apoyo básico que seguía a los estudiantes en sus grandes movilizaciones.

Comenzaron a realizarse grandes festivales artísticos en las escuelas en huelga, en la ciudad florecían las pintadas y los carteles, y millares de estudiantes hacían, noche y día, propaganda en la calle a las ideas del movimiento estudiantil.El gobierno estaba a la defensiva, apoyado por la televisión y la prensa, pero aislado socialmente.

El desalojo del zócalo
El 27 de agosto se produjo la mayor manifestación popular independiente que ha conocido la historia del México moderno.

Un diálogo difícil…- México vive desde hace años en una crisis permanente.

… imposible.
Partiendo de la explanada del Museo de Antropología, comenzaron a salir los contingentes. Una docena de kilómetros de marcha. Más de 300.000 estudiantes, profesores y padres de familia.

Al culminar el mitin, se propuso, a través de los micrófonos, establecer una guardia permanente en el Zócalo, a la espera del informe presidencial que, como todos los años, el presidente rinde, esperando de él una respuesta a las peticiones estudiantiles.

Del Zócalo salió una manifestación de 4.000 estudiantes rumbo a la cárcel de la ciudad de México, Lecumberri, para llevar a gritos el mensaje de solidaridad de los estudiantes con los presos políticos.

La guardia que permaneció en el Zócalo no era muy numerosa: 3.000 ó 4.000 estudiantes, como mucho. A la una de la mañana salieron del Palacio Nacional tanques ligeros y aparecieron 200 patrullas policiacas que desalojaron a los estudiantes, quienes se replegaron en orden gritando consignas.

Entre las explicaciones oficiales del día siguiente se citaba que «los estudiantes habían violado la catedral y el lábaro patrio», supuestamente por haber colgado una bandera rojinegra en el asta mayor del Zócalo y haber tocado las campanas de la catedral sin permiso. Dos burdos y sorprendentes argumentos para enfrentar al movimiento estudiantil con el catolicismo nacional y el nacionalismo. Junto con esta « denuncia», el gobierno llamó a un acto de « desagravio» en la mañana del 28, que pensó integrar forzando a los empleados de los ministerios a asistir. Sin embargo, la maniobra se frustró. Los empleados públicos, cuyos hijos, en su enorme mayoría, eran estudiantes de educación media y superior, estaban muy sensibilizados por el movimiento y se produjeron brotes de rebelión durante la concentración (gritos de: «No vamos, nos llevan», o «Somos borregos de Díaz Ordaz»), que fueron capitalizados por grupos de estudiantes infiltrados. El gobierno se vio obligado a dispersar, utilizando tanques ligeros, su propio acto de desagravio. Y por primera vez apareció la violencia popular, cuando los vecinos de las calles por donde la policía perseguía a burócratas y estudiantes arrojaron botellas y basura contra soldados y fuerzas del orden. Se produjeron varios tiroteos de policías y soldados contra los manifestantes, entre los cuales hubo una docena de heridos por bala.

Grupos paramilitares, agresión en las calles
Díaz Ordaz, en su informe presidencial, fue explícito. Dijo que emplearía todos los recursos en sus manos para acabar con el movimiento estudiantil. No hubo respuesta alguna al llamamiento estudiantil al diálogo público.

Se inició una etapa de represión. Ataques a los mítines en las escuelas vocacionales, tiroteos a las brigadas callejeras, detenciones de abogados sindicalistas que pretendían tender un puente entre el movimiento estudiantil y el incipiente movimiento obrero independiente, y aparición de grupos paramilitares que ametrallaban escuelas. Las detenciones abundaron en los primeros días de septiembre. Abundaron también los mítines en los recintos escolares. Sin embargo, comenzabaa sentirse el cansancio de la huelga, que llevaba en esos momentos casi mes y medio. En estas circunstancias, el Consejo Nacional de Huelga convocó una nueva manifestación para el 13 de septiembre.

Nuevamente se concentró la multitud en el Museo de Antropología; la manifestación había sido convocada como una reunión silenciosa, de luto. Los contingentes se desplegaron por el paseo de la Reforma y marcharon en absoluto silencio. Sólo se oían los aplausos de millares de personas que habían formado espontáneamente una valla hasta el Zócalo. Nuevamente, la movilización rebasaba las 200.000 personas. El movimiento tomó un nuevo impulso. Y se iniciaron los mítines masivos en mercados y fábricas, y el movimiento se vinculó a algunas luchas populares, como la del pueblo de Topilejo. La insistencia estudiantil propició que nacieran, al calor de la propaganda, los primeros comités de lucha en algunas industrias: petróleos, electricidad, ferrocarriles, y, los más importantes, entre los profesores de primaria del distrito federal.

Comienza la represión
Dos días después, el ejército tomó la universidad. Carros blindados y varios miles de soldados a bayoneta calada entraron en el campus universitario el 18 de septiembre, a las diez de la noche. Hay un millar y medio de detenidos, entre ellos varios de los miembros del Consejo Nacional de Huelga.

Ante la noticia, la asamblea de estudiantes de Chapingo abandonó la escuela para reorganizarse clandestinamente. Al día siguiente se celebraron centenares de mítines en la ciudad, la policía chocó con los estudiantes y creció el número de detenciones en las casas.

Al cabo de una semana, los choques violentos se habían multiplicado, sobre todo en los alrededores de las escuelas politécnicas que aún no habían sido ocupadas por la policía. Una parte del movimiento, gracias a la organización de brigadas, seguía activa. Muchas máquinas de impresión habían sido sacadas de las escuelas y funcionaban en las casas; en torno a ellas se reorganizaban los grupos de propaganda. Los estudiantes respondían a las agresiones policiacas con piedras y bombas «Molotov».

El día 22 se celebró un mitin en la Plaza de las Tres Culturas contra el que no intervino el ejército. Una parte del Consejo Nacional de Huelga se reorganizó y celebró una sesión en Zacatenco. El día 24 el ejército tomó las instalaciones del casco de Santo Tomás. En algunos lugares, los estudiantes respondieron con fuego de pistola al tiroteo policíaco. Durante seis horas se combatió en los alrededores del casco. A las once y media de la noche, los granaderos se apoderaron de las instalaciones y detuvieron a medio millar de estudiantes, a los que golpearon brutalmente. Varios de ellos resultaron muertos. Durante la noche el ejército tomó las instalaciones de Zacatenco. Los estudiantes ya no tenían una base de apoyo, un punto de reunión. Sin embargo, durante toda la semana siguieron las brigadas actuando, miles de propagandistas continuaron celebrando mítines relámpago por toda la ciudad.

LUIS ECHEVERRA ALVAREZ (México, D.F., 1922)
Hijo de un cajero empleado en la administración del Estado, Luis Echeverría nació en la ciudad de México el 17 de enero de 1922. en 1945 se licenció en derecho y comenzó a ejercer la abogacía. Dos años más tarde se incorporó a la universidad de México como profesor adjunto de teoría general del Estado.

Paralelamente había iniciado su carrera política en el Partido Revolucionario Institucional (PRI), siendo nombrado en marzo de 1946 secretario particular del general Sánchez Tabeada, presidente del comité ejecutivo en el distrito federal. En 1949 añadió a estas funciones las de director del departamento de prensa del PRI. En enero de 1945 había contraído matrimonio con María Esther Uño, hija de un antiguo gobernador del Estado de Jalisco, con la que tuvo ocho hijos.

En noviembre de 1952 abandonó los dos puestos en el partido para hacerse cargo de la jefatura del departamento de administración del ministerio de marina, y dos años más tarde pasó a ocupar el puesto de oficial mayor de la secretaría del ministerio de educación pública. en octubre de 1957 volvió a los órganos directivos del pri como secretario general del comité ejecutivo. desde ese puesto organizó la campaña presidencial de Adolfo López Mateo. cuando éste tomó posesión de la presidencia, nombró a Echeverría subsecretario de Gobernación.

En noviembre de 1963, Gustavo Díaz Ordaz renunció al ministerio del interior como candidato a la presidencia y fue sustituido por Luis Echeverría, que conservó la cartera hasta 1969. Desde este puesto siguió la política conservadora trazada por su predecesor y perdió muchas simpatías como principal responsable de la represión de los disturbios que comenzaron con las manifestaciones estudiantiles de julio de 1968 y que culminaron el 2 de octubre con la matanza de Tlatelolco, al disparar las tropas federales y la policía contra miles de manifestantes, matando a varias personas, hiriendo a centenares y deteniendo a más de 1.500.

En noviembre de 1969 fue nombrado candidato a la presidencia de la república por el PRI. Dimitió como ministro, y durante varios meses realizó una dinámica campaña que le llevó a más de 900 pueblos y ciudades a lo largo y ancho de México. el 5 de julio de 1970 fue elegido por 11.923.755 votos, frente a los 1.945.391 de su oponente de la derecha, Efraín González Morfín, del partido de Acción Nacional.

Como presidente, Echeverría se reveló como un « humanista liberal». con una capacidad de trabajo y una energía excepcionales, recorrió el país observando las condiciones económicas y sociales, respondiendo a las críticas y denunciando los errores del régimen en reuniones con campesinos, estudiantes, hombres de negocios… inició algunas reformas dentro de lo que podría calificarse de democracia social, pero sus resultados fueron parcialmente anulados por un crecimiento demográfico galopante. fomentó las inversiones públicas y estimuló el desarrollo de las industrias nacionales y del turismo. Intentó también cerrar las heridas de Tlatelolco poniendo en libertad a unas 900 personas que continuaban detenidas, y consiguió incorporar a sus filas a una parte de los intelectuales, que pasaron a prestar servicios en la administración pública.

En política exterior terminó con el tradicional aislamiento de México, visitó más de 50 países, acogió a estadistas extranjeros tan diversos como la reina de Inglaterra, el mariscal tito o Salvador Allende, y se reveló como un infatigable defensor de los intereses latinoamericanos y del Tercer Mundo.

La matanza
El 27 de septiembre, el Consejo Nacional de Huelga (clandestino) llamó a un nuevo mitin en Tlatelolco, al que asistieron 5.000 estudiantes. Se convocó entonces a una nueva movilización para el 2 de octubre. El movimiento, a pesar de los millares de detenidos y de las escuelas ocupadas, se sostenía con las brigadas y la existencia del Consejo Nacional de Huelga.

Los estudiantes se reunían por escuelas en grupos de un centenar, encubriendo sus reuniones con los más extraños pretextos: un bautizo en un sanatorio, un velorio en un cementerio, una fiesta falsa, un encuentro accidental en un museo, un partido de fútbol en un llano. Las brigadas continuaban actuando.

Llegó el 2 de octubre. Se habían concentrado en la plaza de las Tres Culturas cerca de 6.000 estudiantes. El mitin se inició con calma; había cierta tensión, pero se esperaba que no se produjera ninguna represión. Se hizo un llamamiento al ejército para que desalojara las instalaciones del casco de Santo Tomás. Dos bengalas cruzaron el aire. Esa fue la señal de la matanza. Durante cuatro horas, soldados y policías dispararon contra la multitud. Desde el edificio Chihuahua, donde se había instalado la tribuna, salían disparos hechos por miembros del parapolicial batallón Olimpia. Los soldados comenzaron a invadir la plaza y a disparar contra el edificio y la multitud, que corría sin poder huir. El caos, la confusión y los cuerpos que caían. Centenares de detenciones, golpes, torturas, asesinato a mansalva de estudiantes. Nunca se conocerá el número de muertos. Se dice que durante la noche se llevaron cadáveres al aeropuerto, y que fueron arrojados al golfo de México desde un avión militar. Se habló de 400 muertos y un millar de heridos y lesionados. Las cárceles de la ciudad de México y el Campo Militar número uno se llenaron. Allí se torturó a los dirigentes del Consejo Nacional de Huelga detenidos.

El gobierno inventó una conjura internacional. Declaró que francotiradores estudiantiles dispararon contra los soldados.

El movimiento se desmoronó ante la represión. Los restos del Consejo Nacional de Huelga aceptaron una tregua con el gobierno, que duró el lapso de celebración de las olimpiadas.

El final de una larga lucha
A últimos de octubre, el gobierno devolvió las escuelas a los estudiantes, pensando que éstos levantarían la huelga. No fue así. Asamblea por asamblea, se votó por continuar el movimiento. Se celebraron mítines en la universidad y en el casco de Santo Tomás, con una reducida asistencia (10.000 estudiantes). La represión mermó el movimiento, pero aún no lo había derrotado.

Continuaron las detenciones. La actuación de las brigadas en las calles se hizo casi imposible. La policía disparaba contra los que veía repartiendo propaganda.

A fines de noviembre, el Consejo Nacional de Huelga, recogiendo la voluntad de varias asambleas, hizo un primer llamado al regreso a clase. Catorce escuelas se sostuvieron hasta el 4 de diciembre. Ese día terminó la huelga estudiantil.

Hubo centenares de estudiantes presos a los que se les montaron procesos fraudulentos y tuvieron que esperar hasta 1971 por una amnistía para ser liberados. Una generación entera de estudiantes mexicanos vivió intensamente ciento veintitrés días de huelga, nació como generación, produjo un serio resquebrajamiento en el sistema mexicano de gobernar. Volvió a poner a la orden del día la palabra democracia.

Autor: Cambó

1 comentario en «Masacre de Tlatelolco»

  1. La conmemoración nacional del 16 de septiembre se celebró con un baile y fiesta públicos en el interior de la universidad. Ante la ofensiva estudiantil, el ejército abandonó las escuelas tomadas y comenzó el verdadero despliegue.

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